¿Y a mí qué me importa?
La poca inspiración incluso la mala praxis y el cinismo pueden llevar a los periodistas a preguntarse si lo que exponen en un artículo es noticia o no. Mi primera reacción entonces como lector es mascullar un reniego del tipo: Vamos a ver, colega, ¿te crees lo que escribes o no?
Pero profundicemos un poco. Recientemente, documentándome sobre Ralf Schumacher, fui a parar a un texto del diario deportivo Marca, medio que no suelo leer. El periodista contextualizaba con acierto varios puntos de la figura del ex piloto de Fórmula 1 que, tras muchos años en los que ocultó su homosexualidad mientras competía en los Grandes Premios automovilísticos, ha salido de forma flamante del armario.
Para mi sorpresa, mi colega de profesión escribe que Ralf, citado como el “hermanísimo” de la leyenda de F1 Michael Schumacher, es bisexual, porque “(estuvo casado y tuvo un hijo)”. Madre mía, pienso. Poco sabrá él de bisexualidad y de las tapaderas que se buscan los hombres gays para esconder su homosexualidad en determinados ambientes hostiles, y el de la Fórmula 1 sin duda lo es para la comunidad LGBTIQ+.
En el párrafo siguiente, el periodista experto en deportes de motor lanza la pregunta matadora: “¿Es noticia declararse gay?”.
Vamos a ayudarle a salir de dudas. A él y a los lectores que, camuflados en el anonimato, suelen comentar este tipo de artículos en línea con un irritante: “¿Y a mí qué me importa?”
Estimado lector o lectora (aunque más bien este tipo de comentarios los suelen dejar hombres): si no te importa la noticia -sí, es noticia- que un prominente deportista salga del armario para dejar constancia de lo arduo que ha sido su camino en su entorno profesional hasta llegar a aquí sencillamente no la leas. Es fácil. Créeme: lo que importa bien poco es tu necesidad de opinar sobre algo de lo que no tienes juicio, pero sí prejuicios.
Yo aplaudo que Ralf Schumacher salga del armario, aunque me resulte lejano su palmarés deportivo, me importe un pimiento la Fórmula 1 y no tenga ni idea de coches.
De entrada, me alegro mucho por su liberación personal y aprendo que la diversidad es también comprender -y cuesta bastante- que su pareja, el francés Étienne Bousquet-Cassagne, es simpatizante de los ultraderechistas Jean-Marie y Marine Le Pen desde que tenía 18 años.
Al fin y al cabo, incluso se puede ser homosexual y líder de un partido de extrema derecha a la vez. Igual que se puede ser un anciano franquista o nazi, y, a pesar de eso, ser un buen abuelo. El ser humano y sus contradicciones.
Pero volviendo a Ralf, su salida del armario rompe tabús en un mundo, el de la Fórmula 1, por tradición muy machista, sexista e incluso homófobo. No fue hasta 2018 que se sacaron del escaparate a las llamadas chicas de parrilla. En 2009, dos años después de que el menor de los Schumacher se retirara del circuito, el magnate de la F1, Bernie Ecclestone, aún se vanagloriaba de su voluntad de crear polémica para atraer la atención hacia la competición automovilística.
“Si tuviera la opción, creo que la Fórmula 1 necesita una mujer judía negra que, si fuera posible, ganara también algunas carreras”, dijo.
Ecclestone en su día también apoyó la ley anti-gay de Vladimir Putin en Rusia.
Por no hablar que la F1 se disputa en la actualidad en países donde la homosexualidad se sigue discriminando de forma masiva e incluso criminalizando, como por ejemplo Hungría, Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Catar.
No es de extrañar que entre el casi millar de pilotos que ha habido a lo largo de la historia de la Fórmula 1 Ralf Schumacher apenas sea el cuarto del que sabemos que pertenece a la comunidad LGBTIQ+. El primero fue el portugués Nicha Cabral, que compitió a inicios de los 60. Con 75 años se declaró bisexual y murió a los 86. El segundo fue el inglés Mike Beuttler, del que era un secreto a voces que era homosexual, pero la gente lo callaba al no encajar con el concepto de masculinidad del mundo del motor. Murió con el VIH en California en 1988 a los 48 años. Y el tercero fue Lella Lombardi, la primera mujer que en la década de los 70 pudo puntuar en la F1 y llevarse a su pareja femenina a las carreras.
Las masivas reacciones positivas al anuncio de Ralf Schumacher hacen confiar en un cambio de conciencia en la Fórmula 1. Campeones mundiales como Sebastian Vettel o Lewis Hamilton ya se han convertido -oh, sorpresa- en noticia al reivindicar los derechos LGBTIQ+ ataviados con los colores irisados.
Ya lo dijo en su día la escritora y activista Maya Angelou: sé un arcoíris en las nubes de los demás.
Lo bien que nos hace la bondad del prójimo cuando la vida se pone dura.